A
veces, la tristeza
nos
la vamos encontrando por la calle,
nunca
sabemos cómo,
pero
ahí está, aguardándonos
igual
que un perro gris que tiene
un
nombre diferente al que le han dado.
Otros
días, nos canta en el oído
haciéndonos
temblar con su amargura.
Se
oculta, muchas veces, misteriosa
en
nuestras propias células
y
nos parece que no está.
Nos
llegan sutilmente
manantiales
de sombra a las pestañas
y
nuestro corazón inicia un viaje
hasta
el país de la desilusión.
Entonces
cambia
nuestro
modo de caminar;
contemplamos,
de diferente forma,
el
Universo.
Nos
engaña, muchas veces,
haciéndonos
creer que se acerca
la
alegría, ocupando el puesto fijo
de
nuestro corazón.
Pero
todo es mentira.
La
tristeza asoma, nuevamente,
desde
la oscura cueva de la noche
Y
solamente somos
el
reguero de sus lágrimas.
( De mi libro "Simulacro cero")