miércoles, 20 de enero de 2016

BÚSQUEDA DEL AMOR





Yo no te estoy buscando
porque quiera tu casa de colores
ni porque espere hallarte
en la mañana nueva
de tus más rutilantes almacenes.

Te busco porque sabes
qué calor tiene un pájaro cansado,
qué laberinto esconde
su corazón azul bajo la luna.

Si no te fías de mí
no me conoces,
aunque tú me lo digas
con tu voz armoniosa como el aire.

Si tú me conocieras
entenderías que sólo anhelo un poco
de ternura,
una lluvia
que no me empape mucho cuando sueño.

Me gustaría que todo
lo que yo te aseguro
te llegara
a tu pecho desnudo de prejuicios
y que las poderosas oraciones
te invadieran el alma
con el incendio de un beso imaginado.

Yo no te estoy buscando
para que tú te alejes de tu huerto.
Yo quiero que te quedes
en la ciudad que alberga un océano,
que te bebas la luz de las aldeas,
que te comas el queso
que ponen en los bares
las camareras rubias y distintas.

No quiero que me traigas
un anillo de hermoso lapislázuli,
ni un pajarillo atento a mis deseos.
No quiero que te lleves mi tristeza
ni que rujas, a oscuras, en los trenes.

Quiero que me saludes,
que me digas qué verso
es el que más te llega hasta los ojos.
Quiero que te levantes por la noche
y dejes sobre la mesa
ese sol que se incendia mientras amo.

Yo sé que nuestras vidas
no son como aquellas otras que se abrazan
en alguna estación indiferente
en donde se despiden
los padres de sus hijos
y los soldados pierden sus maletas.
Que todo acabará
como termina, en el cine,
la alegría:
con el fin inmediato
del que pronto se olvidan los actores,
después de que la muerte
me atenace las manos con su boca
y los indios autóctonos
abandonen su exilio
para volver, de nuevo,
a su tierra cambiada hasta los huesos.

No te perseguiré
por los viejos países del cansancio,
ni por la tundra virgen,
ni por la luminosa madrugada.
Si tengo que caer sobre el abismo
no quiero que compartas
mi inevitable angustia,
el destrozado ser
con el que, a veces, convivo por la noche.

Quiero que te levantes de la cama,
que dejes de beberte
la angustia en el dedal con el que coso.

Quiero que te gobierne
el resplandor inmenso de la gloria,
que te bese la vida que te envío
desde esta isla inmensa
en la que yo me alojo
para siempre.

( De mi libro El don de la batalla )

viernes, 15 de enero de 2016

LA FLOR DE MI QUIMERA





Cuento lo que me pasa. Lo prefiero.
No he de ocultar aquello que me azota:
el miedo, la ira, la vejez,  enero,
toda esa carga derrumbada y rota.

Muestro lo que me pasa.  Lo que digo
sale de mí, no viene de otro lado.
Lo sabe Dios. Lo sabe algún amigo.
También lo sabe aquel que fue mi amado.

Hoy  que se acerca el viento poderoso,
guardo caliente mi verdad sincera,
le ofrezco al cielo toda el alma mía.

No quiero que nadie diga que no oso
mostrar cómo es la flor de mi quimera,
los motivos de mi melancolía.


( Inédito de María Luisa Mora Alameda )

miércoles, 6 de enero de 2016

LA LLAVE





Ya sabes donde vivo.
Tienes mi dirección exacta:
en este puerto
que señaló la muerte
dejando un caracol de soledades.

Tengo un aburrimiento que no cede,
un cansado cansancio,
una promesa encima de la mesa.
Herida
estoy por la mitad.
Cabalgo
y no me muevo.
Vago
por mi misma tristeza.
Toco
el cuerpo de mi cuerpo
y me siento como fría.

Esta es mi casa.
Hasta aquí ha llegado el mundo
anunciando
que el sol sale
a pesar de la muerte.
Entra sin llamar.
No te caigas.
Cruza,
sigilosamente, mi mañana.
Ahora que me envejece abril
y huyen las golondrinas de mi pubis.

Fuego es lo que había antes.
Aunque todavía queda algún rescoldo
que hace vibrar la rosa de tu pecho.

Tienes la llave.
Te la di hace años.
Entra dentro de mí.

Mi casa sigue abierta.


( De mi libro El don de la batalla )

viernes, 1 de enero de 2016

PARECES OTRA




Pareces otra
La tarde está tranquila.
Ha dejado de llover
y asoma
una luz a tus ojos
que ilumina las sombras que te siguen.

Tienes
una sonrisa nueva,
puesta en el rostro pálido,
que confunde
a quien la ve.

Pareces otra.
Porque ahora vas por la calle
y llega
un cálido pájaro a posarse
en tu mejilla
y cura el sol la herida de tus huesos
con la armonía de su primavera.

Tanto ha cambiado todo
que parece
que no eres la misma de antes.

No es la misma
tu tristeza.
No es la misma
la antigua mordedura de la lluvia.


( De mi libro El don de la batalla )